lunes, 17 de noviembre de 2008

AAAAAAAAAAAAA


Entró Julia, bellísima, vestida de raso y zapato rosa, como una bailarina pálida sin caja de música. Carol y su cuello, su cuello y Carol, los labios rojos, los ojos brillantes y esa manera de moverse como flotando entre las cosas, casi sin tocar el suelo. Detrás de un bombín, vi sonreir a Mar que cuando sonríe mueve la risa de cien mil niños felices comiendo algodón de azucar en la primera y única noria... y yo notaba como los colores me subían a las mejillas y cómo el vino, el olor de la librería, tantas manos, tanto amigo y tanto calor, me convertían en un cuerpo ebrio ilimitado, casi una burbuja en el momento mismo de la eclosión en millones de partículas transparentes y eternas.


La primera vez que vi el camino, de lejos, entre la fronda del bosque oscuro, un leve estremecimiento me removió por dentro. Ahora, a los pies del mismo sendero, que es más largo y más ancho que mi vida, sólo escucho a los guerreros de la luz que cantan más y más alto: avanza, avanza, avanza...