Einstein y los hilos invisibles
La primera vez que supe de esta mujer, aparecía en un sueño tan real que me provocó una caída de la litera. Me miraba tranquila con el mismo gesto serio de madurez, descreimiento y sosiego que vi años después en otro lugar, que no en otro tiempo.
Una tarde, olisqueando restos de música francesa en la red apareció un nombre, el más cercano a mi cuerpo. Un perfume diferente, igual era talco, o Lavanda, patchouli, roses... y, después, su cara. La misma que vi en otro tiempo, en el mismo lugar, en el fondo de la retina.
Todo el peso de existir se me agarró al estómago -la belleza da pavor a menudo- y lloré un buen rato en el aseo público, en la más absoluta intimidad. Que una de sus mejores canciones tenga el título de una de mis fotografías favoritas, que además es un precioso poema de Jacques Prévert que repite sin cesar ese nombre que siempre me asombra, que me llame... eso, son los hilos invisibles que tienen la fuerza de las galeras y el poder de despertar al niño boquiabierto que somos.
1 comentario:
aún me acuerdo de aquel día soleado, hace años como tantas cosas, en madrid, en su rastro, probablemente el cielo sería grande y azul con la suciedad escondida y esperando el rosa chillón de sus cielos al atardecer...probablemente...una señora sentada en medio de la calle con pañuelo negro en la cabeza y lamentos profundos, quejas sordas, nos dio dos tarjetas, la tuya con santa bárbara, sólo la tuya...no creemos en estampas ni en vírgenes pero fue eso, una casualidad que se refleja en el brillo de los ojos... como tantas otras...momentos...silencios...
Un beso gatino
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